Hans Heyer, el ‘polizón’ en una carrera de F1

Desde su nacimiento en 1950, la Historia de la Fórmula 1 está repleta de gestas… y de algunas anécdotas tan divertidas como hilarantes. Posiblemente una de las más curiosas de ellas fuera la de Hans Heyer en el Gran Premio de Alemania de 1997.

Este corredor germano protagonizó una de las trayectorias más cortas -y cómicas- que se recuerdan en la Categoría Reina. Los hechos sucedieron después de que no lograra clasificarse para disputar la carrera.

Sin embargo, el mito de Mönchengladbach no estaba dispuesto a que ese detalle menor le impidiera exhibir su talento ante los más de cien mil compatriotas que poblarían las gradas del Circuito de Hockenheimring.

Una invitación temeraria

A pesar de que jamás había competido en una ronda de la máxima categoría, el Campeón del Nacional Alemán de Turismos de 1975 y 1976 recibió una invitación para disputar el Gran Premio de Fórmula 1 de 1977 que se celebraría en su país.

Parece ser que la iniciativa nació en la ‘mente privilegiada’ de Günter Schmid. Con buen criterio empresarial y grandes dosis de irresponsabilidad, el jefe de la escudería ATS Racing Team pensó que la popularidad del corredor local atraería algunos patrocinadores.

En aquellos tiempos todo valía con tal de asegurarse el apoyo económico necesario para estar presente en una carrera más. Y lo cierto es que desde el punto de vista meramente financiero, la decisión fue un acierto.

 

 

Así las cosas, el dinero sentó a un corredor en un bólido de Fórmula 1 cuando su bagaje con un monoplaza se reducía a una participación en una prueba secundaria.

Encantado con la propuesta, el héroe autóctono comprendió que estaba a punto de hacer realidad su sueño: disputar un Gran Premio… sin experiencia ni preparación previas.

Pues sí, de ese modo tan inesperado la gloria llamaba a las puertas de esta ‘joven promesa’ de 34 años.

Una sesión de clasificación ‘algo difícil’

El sueño de Hans Hayer pronto se toparía con algunos pequeños inconvenientes deportivos que él mismo se encargaría de resolver de un modo, digamos, imaginativo. Ya en los entrenamientos libres, dejó muestras de su pericia.

Subido al Penske PC4 con el dorsal número 35 fue decimoséptimo, mientras que su compañero francés Jean-Pierre Jarier, que tampoco es que fuera precisamente Ayrton Senna, concluía siete plazas más arriba.

Después de esa primera toma de contacto estaba claro que el ciclón de Mönchengladbach se tendría que esforzar para ganarse un puesto en la parrilla de la carrera. No en vano, ‘solo’ los veinticuatro mejores obtendrían un billete para el domingo.

 

 

Pero, los peores augurios se confirmaron en la sesión de clasificación oficial. Hans Heyer detuvo el crono en un tiempo de 1:57.58 segundos, cuatro décimas más lento y tres plazas más debajo de la última posición que daba acceso a la carrera, ocupada por el mexicano Héctor Rebaque, merced a su 1:57.18 segundos.

En teoría, ahí había finalizado su efímera actuación en la máxima categoría del automovilismo. Sin embargo, el simpático teutón no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.

Al fin y al cabo, no consideraba que ése fuera un argumento suficientemente sólido para privarle de su presencia en la prueba. Por ello, puso en marcha un ‘plan B’ o programa de contingencias que le funcionó perfectamente.

El Día D: La carrera

Pensando que no podía privar a sus paisanos del gran ‘talento’ que atesoraba, el domingo se personó en el box del equipo. Entonces, se sentó  en su bólido como si fuera a participar en el evento.

Entonces, la fortuna se alió con sus intereses. Un problema con el semáforo obligó a dar la señal de salida ondeando la bandera nacional, lo que generó el caos en la pista. De hecho, Alan Jones y Clay Regazzoni colisionaron.

Consciente de la oportunidad que tenía ante sí, se aprovechó del desconcierto general para incorporarse a la carrera como el vigesimoquinto coche en acción.

 

 

Inmediatamente, las gradas advirtieron la maniobra del intrépido competidor y comenzaron a vitorearle. Es más, a pesar del concurso de las estrellas autóctonas Jochen Mass y Joachim Stuck, la estruendosa ovación fue a parar a Hans Heyer.

Simultáneamente, los comisarios de pista que también advirtieron lo que estaba sucediendo sobre el asfalto, decidieron mirar hacia otro lado. Al fin y al cabo, se trataba de un ‘piloto de la casa’ que quería deleitar al respetable.

Para desgracia de sus incondicionales, la aventura terminó de Hans Heyer en la novena vuelta cuando se rompió la transmisión de su coche. Después fue descalificado.

Sin embargo, ya nadie le ha podido quitar el honor de convertirse en el primer y único polizón en una carrera de Fórmula 1.

Consciente de que sería incapaz de superar aquella gesta en el Gran Circo, decidió retirarse de la especialidad el mismo día que había debutado. Los genios tienen esas cosas.

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