¿Conoces la increíble aventura que dio origen al Rally Dakar?

Nacido en el seno de una familia francesa acomodada, el fundador del Rally Dakar, Thierry Sabine, demostró desde muy joven su pasión por las competiciones extremas.

Fruto de ello participó en citas míticas como el Rally de Montecarlo (1973) o las 24 Horas de Le Mans (1975, 1976). Sin embargo, su afición por las pruebas de motos off-road le transportó a una nueva dimensión deportiva.

A lomos de su Yamaha XT500, en diciembre de 1977 tomó la salida en el Rally Abidjan-Niza. Se trataba de una extenuante carrera con inicio en el sur de Costa de Marfil y llegada en la francesa Costa Azul. Una epopeya de un continente (África) a otro (Europa). Pura épica.

 

 

Sin saberlo, aquella durísima experiencia cambiaría para siempre su propio destino y el del Motorsport. Todo sucedió en la etapa entre Dirku y Madama cuando Sabine se desorientó, tomando una dirección errónea -este- cuando rodaba cuarto. Cabe recordar que en aquella época los instrumentos de navegación no iban mucho más allá de una simple brújula, un mapa… y las estrellas.

Ni qué decir tiene que todavía no se habían inventado sistemas de posicionamiento como el GPS. Por tanto, la intuición y orientación resultaban claves.

Durante tres días y sus correspondientes noches estuvo aislado en un mar de arena y soledad. Desprovisto de brújula, víveres y sin una sombra donde refugiarse del calor abrasador, desplegó sus instintos de supervivencia para no perecer.

 

Un amuleto, una cruz y… el Dakar

En aquel páramo, rodeado de silencio y sin rastro de civilización en cientos de kilómetros a la redonda, se enfrentó a sus propios miedos. Al cabo de unas horas, fue consciente del desafío que afrontaba.

Es más, comprendió el valor de la vida y prometió que si lograba salir -con vida- del trance, abandonaría las preocupaciones mundanas.

Poco después, viendo cómo se desvanecían sus esperanzas y sus fuerzas, se encomendó a un amuleto de cuero regalado por un amigo tuareg. Inmerso en esa situación límite, y como último gesto, formó una cruz con unas piedras en el suelo. Por fortuna, ésta fue avistada por un avión que le rescató. ¿Milagro o simple magia?

Tras superar esta epopeya, sintió un deseo irrefrenable de regresar al desierto que ya formaba parte de su persona. Y de aquellas horas de meditación, solo quebradas por el silbido del viento moldeando las dunas, surgió una idea en su mente. Quería crear un rally-raid que reprodujera el reto que él mismo estaba experimentando.

 

 

El proyecto acabó de tomar forma en su cerebro durante el viaje de regreso a Francia a bordo de una aeronave argelina. Impulsaría una novedosa competición donde vehículos de dos y cuatro ruedas deberían cruzar África desde Europa.

Con salida en París y destino en las playas del Lago Rosa, al norte de Dakar, el feroz recorrido de 20 días pondría a prueba a hombres y máquinas. La combinación de aventura, riesgo y velocidad más exigente jamás vista buscaría -y encontraría- los límites de sus protagonistas.

Ya ‘solo’ restaba encontrar los apoyos económicos para transformar el sueño en realidad. Y gracias a su persistencia y capacidad de convicción, los encontró en un compañía fabricante de zumos llamada Oasis.

Arranca la leyenda

Increíblemente, tan solo un año después de haberse perdido en el desierto del Teneré, el Rally Dakar echaba a andar. Así, un total de 170 vehículos se dieron cita el martes 26 de diciembre de 1978 en la Plaza del Trocadero, París.

El grupo de inscritos estaba compuesto por una heterodoxa mezcla de pilotos profesionales y aficionados. Todos ellos, unidos por la velocidad y las grandes emociones, estaban a punto de hacer historia.

Les aguardaba una odisea de 10.000 kilómetros por pistas de tierra, asfalto y barro atravesando Francia, Argel, Níger, Mali, Alto Volta (actual Burkina Faso) hasta finalizar en Senegal.

 

 

Durante esas casi tres semanas, los expedicionarios deberían enfrentarse a unas condiciones climatológicas extremas donde los víveres y el combustible resultarían bienes escasos y muy preciados.

Como resultado de la dureza del raid, solo 74 participantes -menos de la mitad- alcanzaron las playas del Lago Rosa el 14 de enero. Sin embargo este hecho, lejos de desanimar a nuevos corredores, disparó su popularidad.

Paralelamente, la dimensión planetaria de la prueba se produjo cuando los medios de comunicación pusieron el foco sobre ella casi desde los primeros tramos.

Nadie se resistió a la figura de unos nuevos héroes contemporáneos que habían derrotado al desierto. Es más, incluso las grandes marcas automovilísticas y publicitarias se rindieron a sus atractivos. Nacía así la leyenda del Rally Dakar.

El Dakar se cobra la vida de su fundador

En su discurso inaugural ante los pioneros del Dakar en 1978, Sabine había pronunciado unas palabras premonitorias. En ellas les advertía del riesgo que comportaría la carrera.

Además, les recalcó que debían ser responsables para asumir las posibles consecuencias del reto. Solo siete años después de dichas reflexiones, fallecía su autor. Así, el 14 de enero de 1985 se estrelló el helicóptero desde el que Sabine controlaba el evento.

 

 

Perdió la vida junto a los otros cuatro ocupantes al chocarse el aparato contra una duna de 30 metros de altura. Cumpliendo sus deseos, las cenizas del deportista se depositaron junto a un árbol en el Teneré que había sido descubierto en una de las primeras ediciones de la carrera junto a aquel amigo tuareg que le había obsequiado con un amuleto.

En su memoria se instaló una placa conmemorativa con esta inscripción: “El desierto me dejó vivir y el desierto me recuerda”, a los pies del único árbol a más de 400 kilómetros a la redonda.

Por desgracia no sería la única muerte. Desde sus inicios, la tragedia se convirtió en una fiel compañera que viaja con la caravana de la carrera.

Y no solo han sido víctimas los competidores. A los 25 corredores fallecidos se unen otros 15 periodistas, espectadores y personal de la organización, elevando la lista de víctimas hasta el medio centenar.

 

 

Imágenes del ‘origen del Rally Dakar’: Yelles M.C.A. Wikipedia.

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