El Dakar que se decidió con una moneda al aire

El pasado domingo se han cumplido treinta años de la edición del Dakar que se decidió con una moneda al aire. Se trata de una de las medidas más controvertidas en la Historia del rally, llegando a sacudir sus cimientos.

Peugeot zanjó la disputa entre sus dos pilotos (Ari Vatanen y Jackie Ickx) en la carrera de 1989 con una medida muy polémica y controvertida. Su autor, el jefe del equipo galo, Jean Todt, quiso asegurarse de ese modo tan poco estético y público, un triunfo que la formación ya acariciaba.

A continuación, recordaremos una de las mayores polémicas vividas, no solo en la famosa prueba, sino en todo el Motorsport. Veamos cómo se gestó el Dakar que se decidió con una moneda al aire.

Un gigante que cambió el Dakar

El debut de Peugeot Sport en el Dakar de 1987 revolucionó y modificó para siempre la filosofía y espíritu aventureros de la carrera creada por Thierry Sabine en 1979.

Su desembarco, el primero de un fabricante a gran escala, llegó reforzado con una ingente cantidad de medios económicos, materiales y humanos. Así, la firma del león desplazó a la cita un ejército de técnicos, compuesto por unos sesenta especialistas.

Quería asegurarse la gloria frente a los participantes, quienes, en mayor o menor media, eran amateurs o competían para equipos privados.

Evidentemente, ningún de aquellos inscritos poseía el músculo económico del fabricante galo. Insistimos, se convirtió en la primera marca automovilística en disputar como tal la prueba, al margen del tímido intento de Porsche.

Así las cosas, y tras sus victorias aplastantes en 1987 (Ari Vatanen) y 1988  (Juha Kankkunen), Peugeot llegó a su tercer Dakar consecutivo con la intención de mantener su hegemonía. Para ello diseñó un coche, el 405 Turbo 16, exclusivamente pensando en la cita en África.

El vehículo disponía de una polivalencia sobre cualquier terreno que lo convertían en un arma imbatible. De hecho, mejoraba las prestaciones de su todopoderoso predecesor, el mítico 205 Turbo 16.

 

Al volante de esta fiera del desierto, un ‘dream team’ de los rallys y los circuitos. Ari Vatanen, campeón del Dakar dos años antes, y el belga Jackie Ickx, ganador en la misma prueba, pero de 1983.

Nadie dudaba que por calidad mecánica, humana y recursos económicos, se perfilaban como los indiscutibles favoritos… para protagonizar los mejores duelos del Dakar.

De hecho, disponían de un inmenso presupuesto cercano a los 6 millones de euros actuales. Dicha suma de dinero resultaba similar al presupuesto que manejaba entonces un equipo medio de Fórmula 1 durante toda una temporada.

 

 

Como director deportivo de la formación se encontraba el actual presidente de la FIA y ex Team Principal de la escudería de Fórmula 1 Ferrari: Jean Todt. Famoso por sus autoritarios modos de dirigir la formación pronto hizo gala de dicho apelativo. El controvertido personaje pergeñó el plan del Dakar que se decidió con una moneda al aire.

Duelo mítico entre Vatanen e Ickx

Desde la primera etapa, los dos corredores se lanzaron a tumba abierta rumbo a la gloria. Entablaron un duelo brutal en el que su conducción al límite les hizo bordear el precipicio en cada metro cronometrado.

Ambos se repartieron las victorias en una vertiginosa sucesión de golpes en un combate épico sobre el cuadrilátero africano.

 

 

El riesgo de un accidente grave que les dejara fuera de combate sobrevolaba en cada especial. Ninguno cedía. La rivalidad alcanzó niveles épicos, que en ocasiones, rozaba la irracionalidad.

Los espectadores, extasiados, asistían a una epopeya continua y diaria que sintetizaba la esencia del Motorsport. El espectáculo alcanzaba cotas míticas, vibrantes… y muy peligrosas.

La pareja de enemigos íntimos doblaba su apuesta sobre la ruleta de las dunas: todo o nada. No había duda: la contienda no dejaría prisioneros, ni heridos, solo dos bandos: ganadores y derrotados.

Un finlandés y un belga estaban escribiendo una de las páginas doradas y más recordadas de la especialidad.

 

 

Al estilo de los antiguos héroes griegos, solo la gloria del triunfo, alimentaba sus infinitas ansias de éxito. Gas a fondo… hacia el Olimpo de las cuatro ruedas.

Ari Vatanen lideraba la prueba, pero con escaso margen sobre Jackie Ickx. Por detrás, a un mundo de distancia el resto de rivales, simples figurantes en la pugna fratricida.

Más abajo, el tercero en la General, Patrick Tambay, esperaba el error de los dos de arriba. Y es que, a pesar de su considerable ventaja, los chicos de Peugeot no tenían ganado el rally.

Una moneda de diez francos 

En esta emocionante situación se llegó a la antepenúltima etapa. Curiosamente, solo existía una persona infeliz y preocupada con el poema automovilístico que estaban protagonizando los dos gigantes del volante.

Sí, Jean Todt. Horrorizado ante la posibilidad de quedarse sin el primer peldaño del podio, decidió cortarles las alas a aquellos dos ángeles de las cuatro ruedas.

 

 

Tomó una medida salomónica: lanzar una moneda de diez francos al aire para decidir al vencedor. Los corredores se quedaron estupefactos e indignados. Vatanen eligió cara; Ickx, cruz.

Sobre la arena del parque de asistencia de Gao en Malí, la diosa fortuna se decantó por el finlandés, quien un año antes había sufrido la cólera del azar.  Y así, de un modo público y ostentoso, el pequeño Napoleón de Peugeot, ejecutó su jugada en el Dakar que se decidió con una moneda al aire.

Suspense hasta los últimos metros

Sin embargo, no acabaron allí los problemas ni la guerra en la formación gala. Un día más tarde, en la penúltima etapa, Vatanen se perdió, esfumándose la ventaja que poseía sobre Ickx. Al llegar al punto de asistencia, la hostilidad entre ambos se tornó extrema.

 

 

El escandinavo acusó a su contrincante de incumplir las órdenes, mientras que el belga afirmó que había levantado el pie, porque de lo contrario habría abierto más hueco frente a él.

Solo restaba la última jornada, una cronometrada de sesenta y un kilómetros. Finalmente Ickx frenó su coche antes de la meta del Lago Rosa para esperar la llegada de su compañero que había partido dos minutos después que él.

Cuando transcurrieron exactamente 20 segundos, la renta de tiempo exacto que poseía el belga sobre el nórdico, el primero reemprendió la marcha. Había triunfado Vatanen, pero el espectáculo y la deportividad habían sufrido una derrota humillante. Así terminó el Dakar que se decidió con una moneda al aire.

Imagen principal: Autor desconocido.

Imágenes texto: Peugeot Sport.

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