by H. Mayor / foto: f1.com

Se intuía la posibilidad de novedades, de un cambio esta temporada, pero pocos lo esperaban tan prematuro. La efusividad de Sebastian Vettel al término de la prueba en Melbourne, abrazando a todo su equipo, responde a algo más que el triunfo de la carrera inaugural. Sólo ocho grandes premios habían contemplado en los tres últimos años a un ganador en lo más alto que no vistiera el plateado de Mercedes; este domingo en Australia fue el noveno, un ejercicio en el que cobra un enorme peso el cómo, más allá de los puntos.

Porque, resultado al margen, lo que confirma el recién estrenado Mundial, es el potencial de Ferrari como aspirante a alter ego de los infranqueables Mercedes. Su nuevo coche ha demostrado que puede estar a la altura, y eso ya es mucho. El arranque de la carrera ofreció el primer síntoma, el de la capacidad de la nueva máquina italiana para seguir el paso de la siempre furiosa salida de Hamilton. El británico supo entonces que no habría debut plácido, más bien un desarrollo en plena tensión y con un inesperado rival pegado atrás. 18 vueltas aguantó en esa tesitura, hasta que se vio obligado a entrar en boxes. Ahí Vettel tomó el liderato y terminó la construcción de esa primera bomba, veremos si de algo más sólido y proyectado en el tiempo, que pueda remover los biorritmos del Mundial.

La estrategia fue el otro protagonista, también para el medio plazo. Ferrari parecía saber de antemano que su coche competiría, algo con lo que Mercedes en cambio no contaba. Ese primer planteamiento de desgaste fue pura técnica, pero la gestión del mando a partir de boxes fue sólida. Regresó el Vettel dominante de la época Red Bull, un rol que desde 2013 no podía desempeñar. El círculo lo cerró la aparición de Verstappen en el tablero, muchas vueltas haciendo de muro de contención para Hamilton. Tampoco Mercedes tenía un plan para resolver eso.

Aviso a Mercedes

Es sólo la primera carrera de un Mundial largo y con todo por delante, pero el aviso a Mercedes de que va a necesitar algo más ya está ahí. Australia queda también como un buen regreso para el ex jubilado Felipe Massa (sexto), y para constatar la buena salud con que empiezan los Toro Rosso (seis puntos para Sainz y Kvyat).

Peores sensaciones para otros que prometían como Renault, que acabó con Hulkenberg fuera de los puntos y Palmer fuera de la pista. Y mejor de lo esperado (aunque se esperaba lo peor) para McLaren: «La mejor carrera de mi vida», decía al término Fernando Alonso, de nuevo un exhibición personal para tener en los puntos un vehículo inefable (y no sólo por el motor). Cuando lo tenía en la mano, la suspensión le dejó tirado a tres vueltas de celebrar. Sí acabó Vandoorne, pero como último de los que cruzaron la meta, incluido el Sauber de Giovinazzi. Honda les ha prometido un ‘súper motor’ para mayo, ¿y hasta entonces?