por M.C. – foto: @12WillPower | El mundo del deporte del automovilismo tiene tres carreras capitales: las joyas de la corona. Dos de ellas se han disputado este fin de semana, el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 y la Indy 500 de la Indycar. La tercera cita llegará en menos de un mes, el 16 de junio, en famosa 24 Horas de Le Mans, englobada en la WEC.

En tierras americanas, en el circuito de Indianápolis, desde hace más de cien años (esta era la edición 102) el último domingo de mayo es una fiesta del automovilismo, es la Indy 500. En ella compiten 33 pilotos y, como bien indica su nombre, se recorren 500 millas (distribuidas en 200 vueltas). Seguida in situ por más de 250.000 espectadores y por millones de espectadores en todo el mundo, esta es una de las carreras con más fans en todo el planeta. Esta espectacularidad hace que suponga un reclamo para afamados pilotos, un buen ejemplo fue lo vivido el año pasado cuando el bicampeón de Fórmula 1, Fernando Alonso, cambió la cita monegasca por la Indy.

En esta ocasión el interés mediático recaía sobre todo en la piloto Danica Patrick que corría su última carrera como profesional, tras anunciar su retirada de la NASCAR el año pasado. Pero no tuvo la suerte de cara la mujer que más éxitos ha logrado en el automovilismo y sufrió un accidente, previo trompo, que la dejó fuera de toda opción. Antes lo había hecho el ganador del año pasado, Takuma Sato, que también acabó siniestrado. Aunque fueron múltiples los choque sucedidos en el circuito de Indianápolis.

Finalmente, merced a la potencia de su Chevrolet, a la estrategia de paradas en boxes, a la buena gestión del Team Penske con el carburante y a la pericia de Will Power, el australiano cruzó la meta en primera posición. Así hizo historia al lograr la primera victoria en Indy 500 de un piloto de Australia. Como manda la tradición desde hace décadas, no faltó la leche en las celebraciones en lugar del habitual champán.

Por muchas cosas, la Indy 500 no es una carrera más…