La Triple Corona, el ‘Santo Grial’ que persigue Fernando Alonso

Después de su marcha de la Fórmula 1, Fernando Alonso centra sus objetivos en la conquista de la Triple Corona del Automovilismo. El asturiano quiere convertirse en el piloto más completo de la Historia. Y para lograrlo debe hacerse con dicho galardón.

Sin embargo, el desafío le resultará extremo. Así lo demuestra el hecho de que solo un corredor posea esta trilogía deportiva. Nos referimos al británico Graham Hill (1929-1975), del que hablaremos más tarde.

Pero, ¿dónde estriba la dificultad para que muchos hayan fracasado en el asalto al mítico premios? Vamos a descubrirlo. Arrancamos.

Triple dificultad

La Triple Corona del Automovilismo es un título honorífico compuesto por el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, las 500 Millas de Indianápolis y las 24 Horas de Le Mans. Se trata de las tres carreras más famosas y exigentes del mundo, por lo que ganarlas todas se convierte en una tarea hercúlea.

Para conseguirlo se han de dominar una terna de especialidades distintas entre sí, que comportan una dificultad técnica y peligrosidad extrema.

Más allá de los adversarios en la pista, la dureza de las pruebas se convierte en el principal enemigo de los pilotos. Éstos deben afrontar un desafío físico y mental extraordinarios.

Mónaco, un reto entre las estrechas y lujosas calles del Principado

El Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 se celebra en un trazado urbano estrecho y sinuoso donde no hay margen para el error. Su circuito, el autódromo más lento, corto -3.334 m y 19 curvas- y angosto del Mundial, discurre por las lujosas calles del Principado.

La ausencia de rectas impide que el piloto ‘descanse’ ni un solo instante durante las 77 vueltas de batalla. Durante las casi dos horas (1:45 aprox.) deben realizar continuos giros y variaciones de trayectoria con sus monoplazas.

 

Allí, la proximidad de las barreras protectoras, situadas a escasos centímetros del asfalto, suponen una amenaza continua para los monoplazas y pilotos.

Solo los más fuertes psicológicamente, dotados con una gran capacidad de concentración, salen airosos de la contienda. Cualquier instante de distracción o de relajación termina con el bólido contra las protecciones.

Por si esto fuera poco, se enfrentan a situaciones exclusivas de la cita en Montecarlo. Solo allí se rueda por un túnel a máxima velocidad. Su salida desemboca en una pendiente descendiente que precede a una fortísima frenada. Además, en dicho punto, los ojos de los corredores deben adaptarse en unos instantes a un cambio brusco de luz.

Le Mans, la madre de todas las carreras

Posiblemente, si se tuviera que seleccionar una única prueba por su fama y dureza universales, se elegiría las 24 Horas de Le Mans. Competir con el pie a tabla (gas a fondo) durante ese espacio de tiempo solo está al alcance de los héroes de la velocidad.

Sí, es cierto que cada equipo está formado por dos o tres pilotos que se turnan en relevos de dos horas aproximadamente. No obstante, disputar en una sola jornada casi el equivalente a los km de una temporada de Fórmula 1, supone un reto hercúleo.

El gigantesco escenario de la mítica prueba de resistencia, el Circuito de La Sarthe, tiene una extensión de ¡13.629 metros! y 38 curvas.

Algunos de sus tramos pertenecen a ¡carreteras locales! de la región, que se cierran al tráfico durante la prueba. Por tanto, al margen de los guardarraíles que se instalan en los márgenes de la calzada, los árboles de la zona constituyen el único ‘elemento de seguridad’ en caso de incidente.

La velocidad también ocupa un puesto relevante en la legendaria competición. Por ofrecer un solo dato al respecto, en los seis km de la recta de Hunaudiéres se llegaron a registrar ¡405 km/h! en 1988.

Otra de las dificultades proviene del denso tráfico. Durante la carrera luchan simultáneamente vehículos de diversas categorías, prestaciones y características. Esta singularidad provoca que los coches más rápidos deban adelantar continuamente a los más lentos.

Al mismo tiempo, la conducción nocturna por algunos tramos que permanecen en la más absoluta oscuridad, facilitan la aparición de la fatiga y el estrés.

Por si todo esto fuera poco, la competición se desarrolla bajo una climatología variable e impredecible. Con asiduidad, las lluvias añaden un plus de dificultad y dramatismo a una carrera donde no faltan los accidentes.

Todos estos factores, ponen al límite la resistencia del hombre y la máquina. Tanto es así que según reza un lema de las 24 Horas de Le Mans: “La carrera elige al ganador y no al revés”.

La leyenda y la esencia competitivas se sintetizan en una prueba mítica donde muchos han fracasado. Como prueba imperecedera de su riesgo, Le Mans fue el escenario del mayor accidente en la Historia del Automovilismo. Fallecieron unos 80 espectadores y un piloto (Pierre Levegh) a causa del funesto siniestro de 1955.

Desde su primera edición disputada en 1923 hasta hoy, se ha cobrado la vida de una veintena de pilotos. El tributo de la gloria no entiende de temores en el Autódromo del Automobile Club de l’Ouest (ACO).

Las 500 Millas de Indianápolis, el mito americano de la velocidad

Casi tan importante y legendaria como las 24 Horas de Le Mans, las 500 Millas de Indianápolis ocupa un lugar destacado en el firmamento del Motorsport.

La carrera de coches más antigua de Estados Unidos y una de las más veteranas en el Planeta, se celebra desde 1911. También conocida como Indy 500 o Indianápolis 500, se disputa en el recinto deportivo más grande del Mundo: el Indianapolis Motor Speedway, en el estado de Indiana.

El autódromo tiene una capacidad total de 257.000 asientos permanentes. Su trazado ovalado está compuesto por cuatro curvas de 402 metros e importantes peraltes (9°12′ grados de inclinación) y dos rectas de 1.006 metros cada una, sumando un total de 4.024 metros (2,5 millas).

Tony Kannan estableció un récord al rodar a un promedio de 301, 644 km/h (187.433 mph) para alzarse con la edición de 2013. Las velocidades punta de los 33 monoplazas participantes son estratosféricas. A estos factores se unen los constantes adelantamientos y cambios de posición.

No es de extrañar que los accidentes graves y la presencia del safety car se conviertan en unos protagonistas más de la cita americana. Más de una treinta de mártires han fallecido en el asfalto del Brickyard persiguiendo el sueño americano de la velocidad.

Graham Hill, el monarca de la Triple Corona

Después de conocer las características de estas carreras, es evidente que solo con unas manos privilegiadas pueden aspirar a lo más alto del podio de esas tres competiciones de categorías tan distintas entre sí. Exigen una gran polivalencia y capacidad de adaptación a los diversos estilos de pilotaje de esos coches y circuitos.

Ahora sí se comprende por qué solo Graham Hill ha conquistado la Triple Corona. Apodado Mr. Mónaco por sus cinco victorias (1963, 1964, 1965, 1968 y 1969) de Fórmula 1 en el Principado, también ganó las 500 Millas de Indianápolis de 1966.

El londinense completó su hazaña en 1972, al llevarse las 24 Horas de Le Mans… con 43 años, dos antes de morir. Y eso que su compañero Henri Pescarolo dijo aquel día que era demasiado viejo para pelear por la gloria.

Así visto, si finalmente Alonso logra hacerse con la Triple Corona entraría por derecho propio en el Olimpo del Motorsport. Suerte para el asturiano.

Imagen principal: Archivo de Ford Company.

Imágenes del texto: Indianapolis Motor Speedway, Automóvil Club de Mónaco, 24 Heures du Mans y Wikipedia.

Deja un comentario

Protección de datos personales
Industrial Química Riojana, S.A. será el Responsable del Tratamiento de los datos personales facilitados y los tratará para publicar comentarios. Para más información sobre el tratamiento y sus derechos, consulte la la política de privacidad