- Quique A. Martínez / foto: F1
En el paddock, Keke Rosberg, campeón por sorpresa allá por el año 1982, celebraba el título como si él mismo se acabara de bajar del monoplaza. ¡Lo hicimos!, le gritaba a su hijo Nico, con el que ya forma una pequeña dinastía que emula a los Hill, aunque aquí sea por una sola ocasión. Quizá el Rosberg actual, 31 años de edad, no vuelva a tener otra ocasión como la de este año, provisto del que quizá haya sido el coche más dominante, pero también del compañero/rival más implacable en su pelea por el altar de los sueños.
Pero el caso es que lo hizo realidad y su apellido se inscribe de nuevo en el Olimpo de la Fórmula 1, superado el Mundial más largo de la historia y, en particular, el complicado trago de Abu Dhabi. Su triunfo es el de la templanza y la gestión de recursos, mejor que ningún otro, mejor que el propio Lewis Hamilton, que se lleva al currículo una victoria más (10 por 9) este año, dato insuficiente.
El desierto de Abu Dhabi marcó el desenlace de una narración intensa y apasionada, no se esperaba menos. El fin de semana puso en la pole a Hamilton, que necesitaba ganar sí o sí, y a continuación a un Rosberg que necesitaba hacer podio para no pensar en nada más. Encomiable, aunque insuficiente, la pujante remontada de Lewis tras su postverano de terror, y que en su último intento llevó la táctica al límite, congelando la carrera en busca de un cable ajeno que no se materializó. Rosberg no lo pasó bien, y entre otras cosas tuvo que gestionar el trago de toparse con el siempre efervescente Verstappen, y mantener la calma durante las vueltas que marchó tercero, al borde del desastre.
La clave seguramente haya sido esa para Rosberg: ha sido sólido y regular en los últimos dos meses, siguiendo con firmeza un plan de desgaste mutuo con un Hamilton inabordable y el riesgo de condenarse al mínimo error. Un larguísimo final de Mundial en el que no ha vuelto a ganar y veía cómo su compañero le recortaba puntos carrera a carrera, y por detrás muchos otros le discutían su avance. Sus dos últimas vueltas de máximo sufrimiento resumieron estos últimos meses, con los Red Bull pegados al retrovisor, con la presión añadida de Lewis congelando la carrera (una acción polémica para unos, lógica para otros), pero finalmente levantó el título. Su primer título, quién sabe si inicio de algo o si una muesca en el palmarés de la F1.
Alonso, décimo
Abu Dhabi resolvió también las otras incertidumbres pendientes del Mundial. Sebastian Vettel, que aprovechó las circunstancias, acabó tercero y mantiene el cuarto de la temporada, dignificando en lo posible a una escudería Ferrari superada por los implacable Red Bull que cierran como la chispa de frescura de la temporada, con Ricciardo en el podio y Verstappen en un meritorio quinto.
Entre los españoles, Fernando Alonso arañó el último punto del año para conservar la décima plaza con 54, uno más que un Massa de despedida, y la sensación de haber estado muy por encima de un monoplaza infame (los 30 puntos de distancia con su compañero Button son buena muestra de ello). Carlos Sáinz no terminó la carrera pero sí un año en el que su nombre sale reforzado a base de rendimiento y capacidad, quizá hacia un futuro brillante. Comienzan ahora los fastos para uno, y el pensamiento para los demás en un próximo año que ya asoma en el horizonte.
Deja un comentario