Hacia una Fórmula 1 más espectacular… ¿o no?

Es una preocupación que en la Fórmula 1 viene de lejos: la bajada de las audiencias y seguimiento de forma global en los últimos años, no drástica pero sí paulatina como para tomarla en consideración, llevan a la competición a testear nuevas ideas con las que recuperar el terreno perdido. Este planteamiento está detrás de la importante batería de cambios introducida para 2017, principalmente en aerodinámica de los monoplazas y en los motores, y para muchos considerada incluso una revolución. A priori caminamos hacia una competición más equilibrada, espectacular y de mayor velocidad, ¿y en la práctica?

Los cambios son diversos: en aerodinámica, alerones delantero y trasero más grandes, neumáticos más anchos, chasis y difusores de mayor tamaño. En cuanto a los motores, una unidad menos por equipo, menor coste por unidad, garantías en el suministro y otras medidas para acercar rendimientos (destaca la supresión del sistema de tokens este mismo año). La suma de todos ellos dará lugar a monoplazas más grandes, con mejor agarre y capaces de reducir sustancialmente los tiempos de vuelta.

¿Más espectáculo?

Lo indudable es que la teoría es una cosa y la práctica otra que no necesariamente tiene que ser igual. De momento, las novedades han llevado a la parrilla a un estado entre la incertidumbre y, en muchos casos, la esperanza por una temporada más equilibrada. “Estamos todos completamente a ciegas, con este cambio todo puede pasar”, son palabras de Fernando Alonso sobre ello, ante un año que puede ser fundamental para McLaren.

Pero se trata principalmente de favorecer el espectáculo, y ahí asoma la duda. Son muchas las voces que avisan de que los nuevos monoplazas perderán velocidad punta en las rectas y, con ella, capacidad de adelantar, un golpe que podría ser especialmente duro. Tampoco se espera que el aumento de velocidad en las curvas llegue a ser algo apreciable por el espectador, especialmente el televisivo, por lo que acabaría siendo algo irrelevante para el show.

De confirmarse ambos temores, correríamos el riesgo de asistir a carreras aún más planas, ‘procesiones’ de vehículos sin emociones ni sobresaltos, donde la estrategia pasaría a cobrar aún más peso: una emoción extra sólo para los aficionados más estudiosos pero no para el gran público, que es el que se busca reenganchar.

Planteaba recientemente José María Rubio en Marca Motor que “la F1 necesita emoción y para ello hay que hacer coches que sean indomables, eso es lo que percibía antes el público y por eso se enganchaba; ahora se echa la siesta a no ser que llueva o haya circunstancias especiales”. En principio, las novedades bien parecen apuntar en la dirección contraria.

 

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