por H. Mayor – foto: indycar.com |
Nada como un cambio de aires para recuperar la ilusión y la sonrisa. Hacía tiempo que no se veía a un Fernando Alonso tan distendido y libre. Libre de un entorno de pesadilla en el que no parece feliz. No es fácil el trasvase de la Fórmula 1 a la IndyCar, con vehículos y condiciones de pista muy diferentes y un más que necesario periodo de adaptación. En el caso del piloto español, sólo 20 días han bastado desde su primera toma de contacto para convertirse en una de las sensaciones de este nuevo entorno: un quinto puesto y la segunda línea desde la que partirá el próximo domingo en las 500 millas de Indianápolis. Un resultado mágico.
Aún hubo más. Y fue en un corto espacio de tiempo, pero durante esos minutos en los que su bólido se elevó por encima de los 372 km/h, Alonso marcaba la pole, ante una grada entregada. Luego llegarían Dixon (con un vuelo sobrenatural, la mejor pole desde 1996) y Carpenter. También dos viejos conocidos de la F1 como Rossi y Takuma Sato, para desplazarle al quinto puesto, pero las sensaciones no cambiaron. El mensaje de Alonso hablaba de disfrutar y aprender. Puro efecto terapéutico. Y todo, ante la desesperación de una leyenda como Tony Kaanan, en la barrera, rebasada por el rookie.
El reto del próximo domingo será un nuevo escalón, aunque el acceso llevará por medio una semana más de aprendizaje y las buenas perspectivas de partir desde esa segunda línea, lo que abre la posibilidad real de un triunfo final. También cuenta el recuperar la sensación de un coche fiable y competitivo, demasiado lejana en el tiempo. Será muy distinto, con los rivales sobre el asfalto y una exigente perspectiva de 200 vueltas. Una terapia de altura para el dos veces campeón, mientras al otro lado del océano McLaren muy probablemente vuelva a sufrir para llevar a término a alguno de sus pilotos en Mónaco.
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