MotoGP | La carambola de Motegi como colofón del pacto de Marc Márquez con la historia

 

Estaba previsto que así fuera, todo apuntaba a ello, pero las matemáticas decían que la carambola en Motegi era harto complicada. Y, sin embargo, sucedió. En Japón, la casa de Honda (un entorno con mucho de significativo), Marc Márquez inscribió su entrada en la historia, con su quinto título mundial, tercero en sus cuatro años en MotoGP, y el hito de precocidad que hasta ahora aguantaba Mike Hailwood. Marc sólo tiene 23 años y 7 meses de edad, todo un camino por delante aún hacia la leyenda.

Todas las previas apuntaban a Japón como el lugar donde preparar el terreno de un título. Una ventaja tan holgada en el Mundial es lo que permite al líder tomarse ciertas licencias: una carrera ambiciosa, explorando los límites propios, apretando a los rivales, un salto con red en definitiva. Márquez hizo su parte y redondeaba un triunfo exigente y elaborado, pero el guión no contaba de inicio con simultanear las caídas de Lorenzo y Rossi. Los incidentes de ambos cuadraban el círculo y sellaban un campeonato, una carambola del todo imprevista que, en definitiva, no hizo sino adelantar acontecimientos.

El triunfo en Motegi, la coronación de la temporada, es también la de un piloto maduro, serio y mejor que el primero que levantó el título en su año novel. Marc Márquez sigue siendo pura ambición, talento y ese punto de riesgo y descaro, pero ahora también es cerebral. Capaz de explorar sus límites, gestionar los malos momentos, pensar en el largo plazo.

La vena insaciable

Lo ha demostrado este año para dominar el Mundial, aunque en Motegi recuperó la vena más insaciable. Hizo historia ganando donde nunca antes lo había hecho en MotoGP y cuando todos esperaban una carrera contemporizada, de jugar con el colchón matemático y no asumir peligros innecesarios. Pero se sintió cómodo en el asfalto nipón y se batió con sus dos grandes rivales: primero superó a Vale, luego a Lorenzo, en dos adelantamientos nada sencillos. 

El terreno quedaba preparado, pero nadie esperaba la caída de Rossi completamente solo, ni siquiera él. Menos aún la de Lorenzo, cuando a sólo cinco giros del final rodaba segundo para retrasar el alirón hasta Australia. El propio Marc admitió que cuando supo que Jorge se caía también firmó una vuelta desastrosa. De repente, el título estaba ahí enfrente, un escenario inesperado, la meta con la historia aparecía delante suyo de pronto y no quedaba nada para alcanzarla. Terminó sin problemas y entró en éxtasis. El cielo ya es suyo, y sólo tiene 23 años y 7 meses.    

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